
Foto: Silvia Casalicchio
POP es un mural realizado sobre una pared lateral del puente que une la calle Lagrange con la calle Gola y cruza el Naviglio Pavese, en Milán. Fue realizado en 2014 por Pao, nombre artístico de Paolo Bordino, artista callejero milanés, conocido sobre todo por haber transformado muchos de los bolardos de cemento de su ciudad en simpáticos pingüinos. “Pao”, de hecho, además de ser la abreviación de su nombre es el acronimo de “Pinguini ad oltranza”, o sea pingüinos a ultranza. El artista realizó este dibujo en ocasión de la iniciativa Bridge Festival, promovida por la asociación “Evoluzioni Urbane”, cuya finalidad es revalorizar la zona de I Navigli.

Credits: http://www.paopao.it/it/street-art/1011-relationship-problems.html
Pao supo hacerlo: con este dibujo logró mejorar el espacio público del área. Sus colores brillantes y alegres llaman la atención de los transeúntes desde lejos, embellecen la ciudad triste y gris y revalorizan la zona, especialmente en invierno, cuando es muy poco visitada y bastante descuidada. La intención general de este artista es precisamente esta: cambiar el aspecto de la ciudad para hacer la vida en Milán más placentera.

Credits: https://cappellodicarta.com/2015/09/24/i-profughi-climatici-di-pao/#jp-carousel-3225
Algo muy característico de este mural, y de todos los trabajos de Pao, es la inmediatez y sencillez de las imágenes: dado que el destinatario de sus murales es un público vasto y variegado, las mismas tienen que ser simples y comprensibles para que el mensaje transmitido resulte directo. El pingüino es perfecto porque es muy claro para todos, tanto los niños como los adultos, y es una imagen positiva.
Lo que yo pienso cada vez que miro este mural es que el pingüino mira nuestro mundo, nuestra ciudad monocolor, desde su mundo vivo y de muchos colores, esperando el momento indicado para salir de ahí y venir aquí, con nosotros, para traernos un poco de su alegría. ¿Lo logrará?

Credits: http://www.mondotondo.net/artista.html











Segun la leyenda, Juan Diego, que vivía con su mujer y su tío Juan Bernardino en Tulpetac, a los 53 años tuvo la aparición de la Virgen de Guadalupe. El sábado 9 de diciembre de 1531, yendo hacia la iglesia, Juan Diego oyó un canto que no parecía de esta tierra y cuando miró arriba vio un sol resplandesciente y una señora en actitud de oración. Fue a saludarla y ella le pidió que le construyera un templo en el cerro del Tepeyac y también que le comunicara ese deseo al señor obispo.
a un sacedote para que le administarara los últimos sacramentos. Era el 12 de diciembre, cuando, al pasar de nuevo por el Tepeyac, se le volvió a aparecer la Virgen quien le aseguró que su tío ya estaba sano y le pidió que recogiera unas flores. Juan Diego encontró muy bellas rosas si bien no fuera temporada. Ya con ellas en su ayate, la Santísma Virgen dijo que se las llevara al señor obispo pero que no desplegara su ayate ni lo mostrara a nadie más. Así lo hizo Juan Diego.
